Buenas gente.
Este viaje fué el viaje inaugural de la Caligorda en versión tuning, después de una larga serie de reformas que le fuí haciendo para hacerla mas manejable para un adulto ya mayor.
Entre la gente que empezó los encuentros de motos a principios de los noventas hay un grupo, desperdigado por toda la provincia de Buenos Aires y alrededores, que cada tanto nos juntamos en alguna parte para hacer algún evento cárnico-etílico-colesterólico y aprovechar para andar un poco en moto. Los pibes (bueh, es una forma de decir) consiguieron que, por módico depósito dinerario, la Municipalidad de Tapalqué les prestara el cámping y complejo turístico del pueblito con todas sus instalaciones y dormitorios para los que no llevaran carpas.
Así un viernes a la mañana yo ya tenía la Guzzi lista para la ruta con las maletas puestas y la carpa atada en el portaequipaje. La idea era encontrarnos con Moni, que iba a ir en la Suzuki, en el cruce de Cañuelas y de allí seguir viaje juntos hasta Tapalqué. Cuando llegué a la rotonda de Cañuelas, a 80 Km de Capital Federal y a 80 Km de la ciudad de La Plata, ya estaba Moni esperándome así que arrancamos para hacer los ciento y pico de kilómetros hasta Saladillo, donde Moni le echó nafta a la Suzuki.
La Guzzi casi que va y vuelve con el tanque nuevo, en total deben ser trescientos y pico de ida, pero la GS 500 tiene poca autonomía y empieza a pedir nafta antes de los doscientos y pico de kilómetros. La ruta 205 estaba bastante cargada, por el lunes feriado todo el mundo sacó el coche para ir a algún lado, por suerte nosotros doblábamos en Saladillo y tomamos la ruta 51, que tiene algunos baches pero es bastante mas tranquila.
Después de hacer otros cien kilómetros, mas o menos, y de pasar por la entrada del pueblito de General Alvear llegamos al cámping, balneario y colonia de vacaciones de Tapalqué.
A prudente distancia, el perro observa con recelo los nuevos mataperros de la Guzzi.
Los que llegamos el viernes, en el salón comedor picoteando jamón cortado a cuchillo para aportar triglicéridos mientras esperábamos que llegaran las pizzas del delivery, como éramos pocos no valía la pena ponerse a cocinar, de Izquierda a derecha, Ministry y su hijito, la Negra Teresa, la señora de Ministry, el Letrado Meyer, Moni y un servidor.
A la mañana sigiente empezó a llegar mas gente, en primer plano la BMW del Diente y mas allá la Norton del Letrado.
Nunca me canso de sacarle fotos a esa Norton.
La Royal del Indio, todavía sin desensillar.
Sigue arribando la fauna y flora, El Mono, Carlitos, Silvina y Moni.
Cuco, en su Kawasaki posatómica, pasaba por ahí yendo o volviendo de quien sabe donde y como vió motos paró a quedarse un rato.
Walter, vino con su hijo desde Tandil en la Vulcan.
Una Triumph muy linda, también de Tandil.
Preparándonos para hacer frente a la crisis alimentaria, algunas vituallas para la noche.
En un encuentro de motociclistas que se respete nunca debe faltar una moto alemana, para entretener a los amantes del bricolaje mecánico.
El Diente desarmando el tablero de la muebleuve para ver si se había quemado la lamparita del indicador de carga del alternador, resultó que el circuito impreso teutón no hacía contacto con la lamparita, el Letrado sonríe, con la confianza que le da su magneto/dínamo Lucas. Para los que tengan inclinaciones mecánico-masoquistas les comento que en las BMW y otras motos y autos de la época que tenían alternadores BOSCH, si se quemaba el piojito del tablero que indica la carga o no hacía buen contacto, el alternador dejaba de cargar y te quedabas sin batería, confirmando una vez mas la superioridad de la ingeniería alemana.
El Manchado, nuestro proveedor de porcinos comestibles, que como tenía que traer los chanchitos no vino en su BSA chopper del 48 desde Alvear, sinó en el coche, por esta vez lo perdonamos, Juan, de Las Flores y el Mono de Azul.
El Gallego de Mar del Plata con su señora, Laurita, en la cabina insonorizada del sidecar.
Las masas en plena masticación, al final éramos como cuarenta y pico así que, además de los lechones, hubo que tirar a la parrilla quince kilos mas de carne de vaca, C'est la vie, lo nuestro es un apostolado.
Después de la cena nos quedamos bebiendo y charlando de fierros, viajes y bueyes perdidos como hasta las seis de la mañana. Al día siguiente yo me levanté demasiado tarde como para almorzar, así que nos quedamos charlando y tomando mate hasta la tardecita. A la tarde volvieron algunos que se habían ido a visitar una antigua pulpería en Campodónico, que queda a unos 25 Km de allí por camino de tierra, yo ya había ido hace unos años, por eso no fui.
Como, a nuestra edad, no daba para otro festival cárnico-triglicerido-colesterólico sin tener una unidad coronaria a mano y aprovechando la cocina industrial y horno pizzero que nos prestaron con las instalaciones, decidimos comprar harina, tomates, muzzarella e ingredientes varios y hacer treinta y pico de estas, sobraron tres nada mas, estaban riquísimas.
Lechuga y Dorita tomando fresco en la galería afuera del comedor.
Después de comer nos quedamos charlando y bebiendo hasta la madrugada y algunos fueron al pueblo a jugar al pool. A la mañana siguiente, o al mediodía mejor dicho, empezamos a levantar los respectivos campamentos, limpiamos y ordenamos las cosas que habíamos usado y cada uno se fué para su ciudad o pueblito. Moni y yo fuimos los últimos en irnos y cuando llegábamos a las cercanías de Buenos Aires nos empezó a alcanzar el enjambre de automovilistas frenéticos que volvían del fin de semana largo. Por suerte ya faltaban pocos kilómetros y no tuvimos que combatir demasiado.
Saludos y cordiales...
juan
Este viaje fué el viaje inaugural de la Caligorda en versión tuning, después de una larga serie de reformas que le fuí haciendo para hacerla mas manejable para un adulto ya mayor.
Entre la gente que empezó los encuentros de motos a principios de los noventas hay un grupo, desperdigado por toda la provincia de Buenos Aires y alrededores, que cada tanto nos juntamos en alguna parte para hacer algún evento cárnico-etílico-colesterólico y aprovechar para andar un poco en moto. Los pibes (bueh, es una forma de decir) consiguieron que, por módico depósito dinerario, la Municipalidad de Tapalqué les prestara el cámping y complejo turístico del pueblito con todas sus instalaciones y dormitorios para los que no llevaran carpas.
Así un viernes a la mañana yo ya tenía la Guzzi lista para la ruta con las maletas puestas y la carpa atada en el portaequipaje. La idea era encontrarnos con Moni, que iba a ir en la Suzuki, en el cruce de Cañuelas y de allí seguir viaje juntos hasta Tapalqué. Cuando llegué a la rotonda de Cañuelas, a 80 Km de Capital Federal y a 80 Km de la ciudad de La Plata, ya estaba Moni esperándome así que arrancamos para hacer los ciento y pico de kilómetros hasta Saladillo, donde Moni le echó nafta a la Suzuki.
La Guzzi casi que va y vuelve con el tanque nuevo, en total deben ser trescientos y pico de ida, pero la GS 500 tiene poca autonomía y empieza a pedir nafta antes de los doscientos y pico de kilómetros. La ruta 205 estaba bastante cargada, por el lunes feriado todo el mundo sacó el coche para ir a algún lado, por suerte nosotros doblábamos en Saladillo y tomamos la ruta 51, que tiene algunos baches pero es bastante mas tranquila.
Después de hacer otros cien kilómetros, mas o menos, y de pasar por la entrada del pueblito de General Alvear llegamos al cámping, balneario y colonia de vacaciones de Tapalqué.
A prudente distancia, el perro observa con recelo los nuevos mataperros de la Guzzi.
Los que llegamos el viernes, en el salón comedor picoteando jamón cortado a cuchillo para aportar triglicéridos mientras esperábamos que llegaran las pizzas del delivery, como éramos pocos no valía la pena ponerse a cocinar, de Izquierda a derecha, Ministry y su hijito, la Negra Teresa, la señora de Ministry, el Letrado Meyer, Moni y un servidor.
A la mañana sigiente empezó a llegar mas gente, en primer plano la BMW del Diente y mas allá la Norton del Letrado.
Nunca me canso de sacarle fotos a esa Norton.
La Royal del Indio, todavía sin desensillar.
Sigue arribando la fauna y flora, El Mono, Carlitos, Silvina y Moni.
Cuco, en su Kawasaki posatómica, pasaba por ahí yendo o volviendo de quien sabe donde y como vió motos paró a quedarse un rato.
Walter, vino con su hijo desde Tandil en la Vulcan.
Una Triumph muy linda, también de Tandil.
Preparándonos para hacer frente a la crisis alimentaria, algunas vituallas para la noche.
En un encuentro de motociclistas que se respete nunca debe faltar una moto alemana, para entretener a los amantes del bricolaje mecánico.
El Diente desarmando el tablero de la muebleuve para ver si se había quemado la lamparita del indicador de carga del alternador, resultó que el circuito impreso teutón no hacía contacto con la lamparita, el Letrado sonríe, con la confianza que le da su magneto/dínamo Lucas. Para los que tengan inclinaciones mecánico-masoquistas les comento que en las BMW y otras motos y autos de la época que tenían alternadores BOSCH, si se quemaba el piojito del tablero que indica la carga o no hacía buen contacto, el alternador dejaba de cargar y te quedabas sin batería, confirmando una vez mas la superioridad de la ingeniería alemana.
El Manchado, nuestro proveedor de porcinos comestibles, que como tenía que traer los chanchitos no vino en su BSA chopper del 48 desde Alvear, sinó en el coche, por esta vez lo perdonamos, Juan, de Las Flores y el Mono de Azul.
El Gallego de Mar del Plata con su señora, Laurita, en la cabina insonorizada del sidecar.
Las masas en plena masticación, al final éramos como cuarenta y pico así que, además de los lechones, hubo que tirar a la parrilla quince kilos mas de carne de vaca, C'est la vie, lo nuestro es un apostolado.
Después de la cena nos quedamos bebiendo y charlando de fierros, viajes y bueyes perdidos como hasta las seis de la mañana. Al día siguiente yo me levanté demasiado tarde como para almorzar, así que nos quedamos charlando y tomando mate hasta la tardecita. A la tarde volvieron algunos que se habían ido a visitar una antigua pulpería en Campodónico, que queda a unos 25 Km de allí por camino de tierra, yo ya había ido hace unos años, por eso no fui.
Como, a nuestra edad, no daba para otro festival cárnico-triglicerido-colesterólico sin tener una unidad coronaria a mano y aprovechando la cocina industrial y horno pizzero que nos prestaron con las instalaciones, decidimos comprar harina, tomates, muzzarella e ingredientes varios y hacer treinta y pico de estas, sobraron tres nada mas, estaban riquísimas.
Lechuga y Dorita tomando fresco en la galería afuera del comedor.
Después de comer nos quedamos charlando y bebiendo hasta la madrugada y algunos fueron al pueblo a jugar al pool. A la mañana siguiente, o al mediodía mejor dicho, empezamos a levantar los respectivos campamentos, limpiamos y ordenamos las cosas que habíamos usado y cada uno se fué para su ciudad o pueblito. Moni y yo fuimos los últimos en irnos y cuando llegábamos a las cercanías de Buenos Aires nos empezó a alcanzar el enjambre de automovilistas frenéticos que volvían del fin de semana largo. Por suerte ya faltaban pocos kilómetros y no tuvimos que combatir demasiado.
Saludos y cordiales...
juan