Salú Gente.
Tengo un amigo motociclista, Simón, que con su señora Lidia, tienen una casita de vacaciones en Claromecó, a unos seiscientos kilómetros de La Plata donde pasan los veranos. Para la Semana de Mayo ellos tienen la costumbre de hacer un locro, que es una comida apropiada para grupos grandes e invitar a algunos amigos motociclistas a pasar el fin de semana, generalmente son amigos de alrededor de doscientos kilómetros a la redonda de Claromecó. Nosotros estamos a 600 Km mas o menos, así que además era una buena excusa para andar un poco en moto.(Click en las fotos para agrandarlas)
Moni se vino en la Suzuki el miércoles a la tarde y el jueves, con las primeras luces del alba, estábamos arrancando hacia el sur de la provincia, en la foto parece de noche pero ya estaba aclarando, por suerte no hacía nada de frío, Mayo ya no viene como antes, así que no hizo falta ponerse ropa fuera de lo común.
Ya en la Ruta 6 salió el sol y no había nada de viento.
Paramos en Cañuelas, a unos 100 Km, a mirar el aceite y tomar un café. No salía nada de aceite por la manguera de venteo y la rueda de atrás estaba completamente limpia, tampoco faltaba nada de aceite en la varilla, quiere decir que después de 1000 Km, se terminaron de asentar los aros de pistón nuevos que le había puesto. Parece que hay que tener paciencia nomás con el Nigusil .
Ya en la Ruta 205, cruzando las Pampas Chatas, el viento estaba del Norte, así que lo teníamos bién de cola, ideal para ahorrar nafta, después paramos en Saladillo a tomar otro café y después nos paró la policía caminera en la entrada al pueblo de Alvear, ya se estaban sumando muchas paradas, por suerte decidimos arrancar temprano.
Llegamos al pueblo de Azul, al cruce para tomar la Ruta 3, un infierno de camiones, cargamos nafta y como no había café, moni se fumó un cigarrito y seguimos viaje.
Por suerte en ese cruce casi todo el tránsito abandona la Ruta 3 y la pudimos disfrutar tranquilos, en esa parte la Ruta 3 todavía conserva el trazado antíguo, de cuando los autos "rapidos" iban a 80 Km/h, eso hace que incluso yendo a solo 110 o 120 Km/h, haya que inclinar un poco la moto para doblar, no es algo común en las pampas chatas .
Al fondo se ve una tormenta que va hacia el sur como nosotros, no teníamos ningún apuro en alcanzarla.
Paramos en Chillar a tomar otro cafecito, el viento seguía duro y parejo del Norte, la Guzzi chocha, a un cuarto de acelerador.
Llegando a Tres Arroyos empezamos a alcanzar a la tormenta, la cosa se ponía mas negra.
Unos 30 Km antes de llegar a Claromecó tuvimos que parar a ponernos los trajes de lluvia, aquí se ven las ventajas de tener un asiento en "dos piezas", así no tenés que desensillar toda la moto bajo la lluvia para sacar el traje de abajo del asiento.
Moni combatiendo con su traje de lluvia, había refrescado bastante y con el frío se ponen duros e inmanejables.
Por supuesto, después de hacer dos kilómetros mas, paró de llover. Es el motivo principal para llevar el traje de agua en la moto, te lo ponés y para automáticamente de llover .
Llegamos a las afueras de Claromecó y el ventilador estaba apagado, se ve que solo lo prenden los días de calor.
Después de dar algunas vueltas encontramos la casa de Simón justo cuando empezaba a llover de nuevo, está muy cambiado el pueblito y no reconocíamos nada.
En seguida Lidia hizo unas tortas fritas y tomamos unos mates, al fondo a la izquierda se ve uno de los ingredientes para hacer el locro del domingo. Después fuimos en la camioneta de Simón a buscar unos bebestibles y Lidia hizo unas milanesas para la cena, comimos, bebimos y charlamos de motos y viajes hasta pasada la medianoche, cuando nos venció el sueño.
Al mediodía siguiente cuando nos levantamos el cielo estaba gris y había viento, pero no hacía mucho frío, así que caminamos las cuatro cuadras hasta la playa para cumplir con el deber cívico de mirar el mar .
Al fondo el faro de Claromecó.
Simón había llevado el termo y el mate, así que nos sentamos al reparo del viento en una cabina de los guardavidas a mirar la gente que pescaba en la playa, nadie parecía pescar nada, así que cuando se acabó el agua del termo nos volvimos caminando a casa -Fin de contenido playero- .
Como a las cuatro de la tarde nos pusimos a cocinar pescado a la parrilla, que es el verdadero motivo por el cual yo voy a la costa -comer pescado fresco, sacado del mar, no de una cámara frigorífica-. En Claromecó los pescadores te lo venden directamente cuando llegan con los barquitos a la playa, no hay puerto. Cuando terminamos de comer ya era noche cerrada, así que otra vez nos quedamos bebiendo hasta que las velas no ardieron mas, es la ventaja de haber compartido treinta años de rutas, motores y amigos, nunca te falta tema de conversación.
Continuará...